Decenas de personas rinden tributo al músico frente a Paisley Park, su complejo en el que murió
Con su muerte, el refugio de Prince se ha convertido en su santuario. Decenas de personas se concentraron la noche de este jueves en el acceso a Paisley Park, el complejo residencial y profesional del músico estadounidense en Chanhassen, un pueblo a las afueras de su Minneapolis natal.
Es un luto púrpura. El color icónico de Prince se proyecta
en la pared de uno de los edificios blancos del complejo. También es el
protagonista de las decenas de globos, flores y dedicatorias depositadas
en las rejas que delimitan la entrada a las instalaciones. Paisley Park
está en una calle típica de suburbio estadounidense, rodeada de
edificios bajos de empresas. Los numerosos coches aparcados y los
camiones de las televisiones estadounidenses revelan la anormalidad.
El ambiente es una combinación de espectáculo e incredulidad. No hay rastro de la energía que Prince desplegaba en los escenarios.
Sus seguidores todavía están digiriendo su inesperada muerte a los 57
años. Pero hay reflejos de su magnetismo. El flujo de gente que llega
-una amalgama de jóvenes y personas de cuarenta y cincuenta años con
hijos pequeños- está ansioso por tomarse una fotografía con Paisley Park
de fondo, por dar prueba de que ha acudido a este memorial improvisado.
Frente a las rejas, hay decenas de puestos de conexión en directo de
televisiones.
Con su muerte, el refugio de Prince
se ha convertido en su santuario. Decenas de personas se concentraron
la noche de este jueves en el acceso a Paisley Park, el complejo
residencial y profesional del músico estadounidense en Chanhassen, un
pueblo a las afueras de su Minneapolis natal.
Es un luto púrpura. El color icónico de Prince se proyecta
en la pared de uno de los edificios blancos del complejo. También es el
protagonista de las decenas de globos, flores y dedicatorias depositadas
en las rejas que delimitan la entrada a las instalaciones. Paisley Park
está en una calle típica de suburbio estadounidense, rodeada de
edificios bajos de empresas. Los numerosos coches aparcados y los
camiones de las televisiones estadounidenses revelan la anormalidad.
El ambiente es una combinación de espectáculo e incredulidad. No hay rastro de la energía que Prince desplegaba en los escenarios.
Sus seguidores todavía están digiriendo su inesperada muerte a los 57
años. Pero hay reflejos de su magnetismo. El flujo de gente que llega
-una amalgama de jóvenes y personas de cuarenta y cincuenta años con
hijos pequeños- está ansioso por tomarse una fotografía con Paisley Park
de fondo, por dar prueba de que ha acudido a este memorial improvisado.
Frente a las rejas, hay decenas de puestos de conexión en directo de
televisiones.
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