viernes, 22 de abril de 2016

Luto púrpura en el refugio de Prince en Minnesota

Decenas de personas rinden tributo al músico frente a Paisley Park, su complejo en el que murió

Con su muerte, el refugio de Prince se ha convertido en su santuario. Decenas de personas se concentraron la noche de este jueves en el acceso a Paisley Park, el complejo residencial y profesional del músico estadounidense en Chanhassen, un pueblo a las afueras de su Minneapolis natal.

Es un luto púrpura. El color icónico de Prince se proyecta en la pared de uno de los edificios blancos del complejo. También es el protagonista de las decenas de globos, flores y dedicatorias depositadas en las rejas que delimitan la entrada a las instalaciones. Paisley Park está en una calle típica de suburbio estadounidense, rodeada de edificios bajos de empresas. Los numerosos coches aparcados y los camiones de las televisiones estadounidenses revelan la anormalidad.
El ambiente es una combinación de espectáculo e incredulidad. No hay rastro de la energía que Prince desplegaba en los escenarios. Sus seguidores todavía están digiriendo su inesperada muerte a los 57 años. Pero hay reflejos de su magnetismo. El flujo de gente que llega -una amalgama de jóvenes y personas de cuarenta y cincuenta años con hijos pequeños- está ansioso por tomarse una fotografía con Paisley Park de fondo, por dar prueba de que ha acudido a este memorial improvisado. Frente a las rejas, hay decenas de puestos de conexión en directo de televisiones.
Con su muerte, el refugio de Prince se ha convertido en su santuario. Decenas de personas se concentraron la noche de este jueves en el acceso a Paisley Park, el complejo residencial y profesional del músico estadounidense en Chanhassen, un pueblo a las afueras de su Minneapolis natal.
Es un luto púrpura. El color icónico de Prince se proyecta en la pared de uno de los edificios blancos del complejo. También es el protagonista de las decenas de globos, flores y dedicatorias depositadas en las rejas que delimitan la entrada a las instalaciones. Paisley Park está en una calle típica de suburbio estadounidense, rodeada de edificios bajos de empresas. Los numerosos coches aparcados y los camiones de las televisiones estadounidenses revelan la anormalidad.
El ambiente es una combinación de espectáculo e incredulidad. No hay rastro de la energía que Prince desplegaba en los escenarios. Sus seguidores todavía están digiriendo su inesperada muerte a los 57 años. Pero hay reflejos de su magnetismo. El flujo de gente que llega -una amalgama de jóvenes y personas de cuarenta y cincuenta años con hijos pequeños- está ansioso por tomarse una fotografía con Paisley Park de fondo, por dar prueba de que ha acudido a este memorial improvisado. Frente a las rejas, hay decenas de puestos de conexión en directo de televisiones.



 

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