Autora: Margarita Cedeño
La pandemia del coronavirus ha traído consigo un reto económico mayúsculo que solo podrá ser superado si la comunidad internacional aúna esfuerzos para adoptar medidas que favorezcan una reactivación económica que beneficie por igual a los países más desarrollados y a los que tienen economías menos avanzadas.
La mayor parte de los expertos coinciden que esta será una crisis económica profunda, pero de corta duración. Hay optimismo en cuanto a la recuperación del crecimiento una vez dejemos atrás las restricciones más duras que ha impuesto la crisis sanitaria. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento de la economía mundial de 5,8% para el 2021, lo que hace descartar la posibilidad de una depresión en la economía.
La recuperación económica dependerá de tres factores fundamentales: que se mantenga el control de la pandemia de forma que se puedan relajar las medidas restrictivas para los sectores económicos, que se proteja al sector privado de manera que puedan retornar pronto al punto previo a la crisis y, finalmente, que los gobiernos dinamicen la economía mediante el gasto público de calidad.
Esto último se sustenta en una afirmación de la misma Directora General del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, que ha hecho un llamado a los gobiernos para que inyecten más dinamismo a la economía, para que esta vuelva a crecer rápidamente y el déficit generado se pueda aliviar con mayor facilidad.
No podemos fallar en el propósito de reactivar la economía prontamente, puesto que el riesgo de otros “shocks” económicos sigue latente en el panorama, no solamente por la pandemia, sino también por otros riesgos como el cambio climático y los desastres naturales.
Para el caso de la República Dominicana, la experiencia vivida durante el Covid-19 nos deja grandes aprendizajes útiles para enfrentar la convulsión económica que estamos viviendo y las que vendrán con otras crisis. En primer lugar, nos enseña que la cooperación y el trabajo en equipo de las instituciones gubernamentales es clave para la implementación de políticas públicas de calidad. Durante estos meses, ha quedado en evidencia la profesionalidad de un amplio número de servidores públicos, en su mayoría jóvenes, que han sido piezas fundamentales para enfrentar la crisis.
En segundo lugar, la crisis nos ha recordado la importancia de mantener la disciplina fiscal y la responsabilidad en la ejecución presupuestaria. Las metas de crecimiento económico, déficit e inflación, al igual que el manejo responsable de la deuda pública, permitieron al país disponer de los recursos y la credibilidad crediticia suficiente para enfrentar los retos del Covid-19 sin mayores traumas ni retrasos. Nueva vez se ha impuesto la experiencia probada de manos de quienes han sabido manejar la cosa pública con esmero y responsabilidad.
La clave final para enfrentar la convulsión económica está en enfrentar el reto de implementar transformaciones estructurales a nuestro modelo económico y social, que aseguren mayor prosperidad y bienestar para los ciudadanos y, a la vez, garantice que estemos lo suficientemente preparados para futuras crisis de este tipo o de otro. Hay que comenzar a hablar de un nuevo contrato social, más inclusivo, sustentado en el capitalismo responsable del que hemos escrito en otras ocasiones. Solo así garantizaremos el futuro de la humanidad y de las generaciones que nos sucederán.
La mayor parte de los expertos coinciden que esta será una crisis económica profunda, pero de corta duración. Hay optimismo en cuanto a la recuperación del crecimiento una vez dejemos atrás las restricciones más duras que ha impuesto la crisis sanitaria. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento de la economía mundial de 5,8% para el 2021, lo que hace descartar la posibilidad de una depresión en la economía.
La recuperación económica dependerá de tres factores fundamentales: que se mantenga el control de la pandemia de forma que se puedan relajar las medidas restrictivas para los sectores económicos, que se proteja al sector privado de manera que puedan retornar pronto al punto previo a la crisis y, finalmente, que los gobiernos dinamicen la economía mediante el gasto público de calidad.
Esto último se sustenta en una afirmación de la misma Directora General del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, que ha hecho un llamado a los gobiernos para que inyecten más dinamismo a la economía, para que esta vuelva a crecer rápidamente y el déficit generado se pueda aliviar con mayor facilidad.
No podemos fallar en el propósito de reactivar la economía prontamente, puesto que el riesgo de otros “shocks” económicos sigue latente en el panorama, no solamente por la pandemia, sino también por otros riesgos como el cambio climático y los desastres naturales.
Para el caso de la República Dominicana, la experiencia vivida durante el Covid-19 nos deja grandes aprendizajes útiles para enfrentar la convulsión económica que estamos viviendo y las que vendrán con otras crisis. En primer lugar, nos enseña que la cooperación y el trabajo en equipo de las instituciones gubernamentales es clave para la implementación de políticas públicas de calidad. Durante estos meses, ha quedado en evidencia la profesionalidad de un amplio número de servidores públicos, en su mayoría jóvenes, que han sido piezas fundamentales para enfrentar la crisis.
En segundo lugar, la crisis nos ha recordado la importancia de mantener la disciplina fiscal y la responsabilidad en la ejecución presupuestaria. Las metas de crecimiento económico, déficit e inflación, al igual que el manejo responsable de la deuda pública, permitieron al país disponer de los recursos y la credibilidad crediticia suficiente para enfrentar los retos del Covid-19 sin mayores traumas ni retrasos. Nueva vez se ha impuesto la experiencia probada de manos de quienes han sabido manejar la cosa pública con esmero y responsabilidad.
La clave final para enfrentar la convulsión económica está en enfrentar el reto de implementar transformaciones estructurales a nuestro modelo económico y social, que aseguren mayor prosperidad y bienestar para los ciudadanos y, a la vez, garantice que estemos lo suficientemente preparados para futuras crisis de este tipo o de otro. Hay que comenzar a hablar de un nuevo contrato social, más inclusivo, sustentado en el capitalismo responsable del que hemos escrito en otras ocasiones. Solo así garantizaremos el futuro de la humanidad y de las generaciones que nos sucederán.
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