por
Eduardo Davis
e-mail: redaccion[@]elnacional.com.do
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Brasilia,
29 de Marzo (EFE).- La ruptura anunciada hoy por el Partido del
Movimiento Democrático Brasileño (PDMB) con el Gobierno de Dilma
Rousseff pudo haberle generado a la mandataria la sensación de haber
estado “durmiendo con el enemigo”, en momentos en que enfrenta la
amenaza de un posible juicio político. El desembarque del PMDB, la
fuerza política más importante del país y más rancia expresión del
pensamiento conservador brasileño, es también una ruptura con el
socialista Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde 2003 y
uno de sus mayores antagonistas históricos en el plano ideológico. Desde
la caída de la dictadura, el PMDB participó en todos los Gobiernos, con
José Sarney (1985-1990), Fernando Collor de Melo (1990-1992), Itamar
Franco (1992-1995), Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), a los que
siempre se opuso todo el arco de izquierdas encabezado por el PT.
Sin embargo, el
PMDB se plegó a esa fuerza de izquierdas en 2005, cuando el entonces
presidente Luiz Inácio Lula da Silva lo usó de bastón en momentos en que
tambaleaba acorralado por escándalos de corrupción que lo tuvieron al
borde de un juicio político como el que hoy amenaza a Rousseff, su
sucesora y heredera política. A consecuencia de esos escándalos, el PT
perdió ocho diputados, que renunciaron a su militancia en protesta por
la línea económica liberal adoptada por Lula y por las corruptelas, todo
lo cual sirvió para abrirle las puertas del poder otra vez al PMDB.
Para intentar
recomponer sus bases, Lula convocó al Gobierno a esa formación, liderada
entonces por el expresidente José Sarney, y no solo recuperó apoyo en
el Congreso como fue reelegido para un nuevo mandato en 2006, con el
PMDB como principal apoyo. Con su muñeca política, Lula equilibró el
choque ideológico que ese “casamiento” con la mayor fuerza de
centroderecha del país fue para las alas más radicales del PT, que si
criticaban a puertas cerradas esa alianza, mantenían un discreto
silencio en público.
Para las
elecciones de 2010, en las que ya no podía ser candidato por preceptos
constitucionales, Lula escogió a dedo a Rousseff y así como le impuso su
candidatura al PT, también eligió a Michel Temer, presidente del PMDB,
como su compañero de fórmula y candidato a la Vicepresidencia en un
nuevo casamiento político arreglado. La relación entre ambos, sin
embargo, nunca fue buena y solo se mantuvo gracias a un arbitraje
constante hecho por Lula, que dejó de surtir efecto al calor de la
crisis económica, las corruptelas en Petrobras y la vertiginosa pérdida
de popularidad de Rousseff, que desde hace meses está en apenas un
dígito.
El malestar del
PMDB con Rousseff comenzó a aflorar hace un año, cuando el Gobierno fue
objeto de multitudinarias manifestaciones contra la corrupción y el
descalabro de la economía. En marzo del año pasado, Temer apareció en un
espacio del PMDB en la televisión con duras críticas al Gobierno, dijo
que la sociedad tenía razones para ese malestar y alertó de que su
partido “siempre, en las circunstancias más difíciles, elegirá apoyar a
Brasil”. En una nueva propaganda, difundida en septiembre pasado, cuando
el posible juicio político contra Rousseff comenzaba a cobrar fuerza en
el Congreso, el PMDB volvió con sus críticas, aludió a “un nudo que no
se deshace” y se asoció a la “angustia de la sociedad”.
Pero también
dejó un mensaje intrigante, al señalar que era “hora de dejar el
‘estrellismo’ de lado” y “reunificar los sueños”, porque “Brasil quiere
cambiar, Brasil debe cambiar y Brasil va a cambiar” sin que lo “guíe una
estrella”, en clara alusión al símbolo del PT.
En diciembre, si
aún sobraban dudas sobre la tensa relación, una explosiva carta pública
de Temer puso los puntos sobre las íes. Sostuvo que “siempre” fue
tratado por Rousseff como un objeto “decorativo” y que el PMDB fue para
el Gobierno un “mero accesorio, secundario y subsidiario”. Temer aseguró
que “jamás” él o el PMDB fueron “llamados para discutir formulaciones
económicas o políticos sobre el país” y que solo fueron contemplados en
momentos de crisis, en los que afirmó- “Nunca titubeamos. Estaba en
juego el país”. El último párrafo de esa carta fue para muchos el inicio
de la ruptura que finalmente se concretó hoy- “Sé que usted no tiene
confianza en mí ni en el PMDB hoy y que no la tendrá mañana. Lo lamento,
pero esa es mi convicción”, sentenció Temer, primero en la línea
sucesoria en caso de una destitución de Rousseff. EFE
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