domingo, 7 de diciembre de 2014

La desigualdad: cómo se genera y cómo mitigarla




















LO QUE NO SE VE
América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo y la República Dominicana contribuye a esa realidad
Ricardo Pérez Fernández
rperezfernandez@gmail.com/ @Ricardoperezfde
Santo Domingo
En opiniones que van desde la del papa Francisco, pasando por la de decenas de jefes de Estado, y que reverberan ruidosas entre innumerables economistas, sociólogos, historiadores y analistas; la diferencia entre aquellos que tienen mucho y los que tienen poco o nada, representa el más importante de los desafíos de nuestros tiempos.
Ese océano separador, cuyo calado aumenta cada día, no solo da forma a una de las manifestaciones de disparidad más inmorales e injustas de esta época de abundancia, donde nunca antes el mundo había acumulado más riquezas, sino que, si sostenida en el tiempo, amenaza con fracturar la gobernabilidad y la convivencia pacífica; o lo que es lo mismo, el orden social actual.
En ningún sitio como en América Latina es tan apremiante este reto. Y es que es esta la región más desigual del mundo, una realidad a la que la República Dominicana contribuye. A pesar de haber generado la mayor tasa de crecimiento económico en la región de las últimas décadas y de haber disminuido los niveles de pobreza, cuando medimos la desigualdad por la distribución de los ingresos, nuestro país sigue siendo uno de los pocos en la región donde, al menos en la última década, los que reciben más ingresos, recibieron aún más; y los que reciben menos, recibieron aún menos. Resulta, pues, de interés cuestionarse, ¿Cuáles son las dinámicas que han generado y alimentado esto?; y desde luego, cómo y por qué se han franqueado camino.
¿Por qué los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres?
A juicio de este autor, en la sinergia engendradora de desigualdad intervienen dos factores, uno de los cuales se genera a partir de la combinación dinámica de tres elementos, y que terminan por separar a los que tienen mucho de aquellos que tienen poco.
Capital genera Capital
Los ricos se hacen más ricos porque las actividades productivas que generan mayores ganancias --mayores riquezas-- son los negocios de mucho capital; es decir, aquellos que requieren de cifras importantes de dinero o acceso a financiamiento para lograrlos. Imagínese una propiedad inmobiliaria vendida de oportunidad a precio de 10 millones de pesos, cuando su valor real en el mercado podría ser de 15 millones de pesos. Esto representaría una ganancia considerable (un 50%), para quien lo compre y lo revenda, pero en nuestro país, ¿quién posee 10 millones de pesos o tendría acceso a un crédito por ese mismo valor?, solo aquellos que ya poseen riquezas y dinero, y que ahora como fruto de esta transacción, serán un poco más ricos.
Sirva este otro ejemplo para ilustrar lo que intentamos explicar: la República Bolivariana de Venezuela, por una necesidad imperiosa de flujo de caja, acaba de vender su deuda con nuestro país a un descuento de un 60%. Es decir, de un monto total adeudado de 4 mil millones de dólares, dicha promesa de pago fue vendida en 1,700 millones de dólares. Esto quiere decir que quien la compró (imaginemos que fue un particular para fines de este ejercicio) en 20 años, que es el plazo de vencimiento, se ganará 2,300 millones de dólares más los intereses. Pero, de nuevo, ¿quién puede colocar como inversión a 20 años 1,700 millones de dólares? solo aquel que ya tiene riquezas y dinero, y que como consecuencia de esta transacción ahora, también, tendrá aún más. Así se hacen más ricos los ricos.
Tecnología + crecimiento poblacional + integración de la mujer = salarios inferiores
Quienes generan menos ingresos casi siempre se hayan en la fuerza laboral, ya sea en estado formal o informal, al igual que en estado de subempleo. En las últimas décadas, tres elementos se han combinado de manera perniciosa para producir una realidad de la que escapan pocos: salarios reales con cada vez menos poder adquisitivo.
En los últimos 20 años, los 34 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la mayoría desarrollados, han visto los salarios reales de sus respectivas fuerzas laborales reducirse o estancarse, y en el mejor de los escenarios, crecer a ritmos muy lentificados con relación a épocas anteriores. Estados Unidos, por ejemplo, presenta uno de los peores casos, ya que en 1978 el salario real de sus trabajadores era en promedio 48 mil dólares, y hoy, es a penas de 33 mil dólares. Esa misma realidad se registra en nuestro país donde conforme al Banco Mundial, los salarios reales también han disminuido en la última década.
¿Qué explica esto?. Por un lado, el advenimiento de la revolución tecnológica, y su inserción transversal en todas las actividades productivas que emprendemos a escala planetaria, ha impuesto una nueva realidad que afecta directamente al trabajador: lo que antes requería 20 personas, ahora requiere 2 máquinas, un software y 8 personas. Por otro lado, lo anterior, combinado con una población mundial que crece año tras año, lo que significa más personas persiguiendo las mismas plazas de trabajo; la integración masiva de la mujer al mercado laboral; la posición dominante del empleador sobre el empleado, y algunos otros factores, han traído como consecuencia por fuerza natural de la ley de demanda y oferta, salarios reales que van menguando. Naturalmente, en esto hay excepciones. Simplemente, nos hemos limitado a resaltar dinámicas que constituyen una realidad de estos tiempos.
La configuración de este nuevo escenario afecta desproporcionadamente a la juventud, toda vez que los pocos sectores productivos que escapan a esta realidad son aquellos de alta especialización, que con excepción de algunos vinculados al sector de la tecnología, por lo general requieren de profesionales con experiencia, precisamente aquello que hace falta a los jóvenes, y que se les hace muy difícil adquirir por el círculo vicioso de ‘no te contrato porque no tienes experiencia, pero nunca podré adquirir experiencia si no me contratas’.
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¿CÓMO MITIGARLA?
Más allá de que hay realidades irreversibles que obran a favor de la perpetuación de la desigualdad, como la acumulación originaria de capital, entendemos que los siguientes cambios paradigmáticos podrían ayudar a paliarla, al menos en una primera fase.
La readecuación de las jornadas laborales y la prolongación de la edad de retiro
Tal como lo planteó el empresario mexicano, y hombre más adinerado del mundo, Carlos Slim, hay que contemplar la posibilidad de una nueva semana laboral, donde por ejemplo, se trabaje solo 3 días , 11 horas diarias; esto permitiría a más personas tener empleos. También, por la prolongación de las expectativas de vida, postergar la edad del retiro se hace necesario para lograr sistemas de pensiones sostenibles y garantizar que aquellos que culminen su vida laboral, no caigan en el estado de supervivencia que supondría recibir estipendios insuficientes para costear una vida con dignidad.
Políticas fiscales compensatorias y redistributivas
Creemos que propiciando estructuras impositivas más progresivas, donde aquellos que generan más riquezas contribuyan más al fisco, complementadas con un gasto público focalizado en los factores que tienden a perpetuar las estructuras generadoras de la desigualdad, se lograría menguar algunas de estas disparidades.
Un sistema educativo que responda a las necesidades de los sectores productivos
El sistema de educación técnico y superior, tiene que adecuarse a lo que los sectores productivos están demandando. No es posible que la mayoría de nuestros países continúen fabricando profesionales que ya no caben en el nuevo orden económico que se haya en plena etapa de gestación. En la economía del siglo XXI, dominada por la revolución del conocimiento, que es lo mismo que decir tecnología e información, exhiben más valor aquellos con formación técnica, versados en el lenguaje de la tecnología, y con capacidad de adaptación y flexibilidad para el reentrenamiento, que los profesionales de aquellas carreras universitarias que datan de siglos pasados.
Estás tres sugerencias tampoco presumen ser exhaustivas; son meramente algunas consideraciones sin las cuales sería prácticamente imposible hacer frente a este desafío. La desigualdad es un ingente retoÖel principal de nuestros tiempos. Pero, tal como todos los otros tantos enfrentados por la humanidad: con dedicación, voluntad y creatividad, también este, podrá ser superado.
El autor es economista y politólogo.   

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