viernes, 25 de julio de 2014

Crónicas de un padre soltero

VIVENCIAS COTIDIANAS DE LA PATERNIDAD SOLTERA--
Daniela Cruz Gil
daniela.cruz@listindiario.com
Santiago
Que sean escasas no quita que sean verdaderas. Las historias de padres solteros son prueba de que la responsabilidad humana no mira sexos, más bien formación de hogar, familia.
A Victoriano Morel le tocó asumir con énfasis su rol paterno hace casi diez años. Por razones que no quiere comentar, la madre de sus hijos decidió un día hacer vida aparte de la suya. El hombre de 54 años cuenta que, en esa ocasión, dejaron los tres más pequeños con los abuelos paternos en Mocán, una comunidad cercana al municipio de Baitoa, en la provincia de Santiago. El mayor se crió con los abuelos maternos en Cotuí.
Morel, quien siempre ha trabajado como agente de seguridad en distintos lugares, trajo a vivir con él a Delvinson y Madelin, que hoy cuentan con 17 y 16 años. Kimberly, de 11, permanece con los padres de Victoriano, y la visitan con frecuencia.

En los primeros años, Morel, quien es agente de seguridad  en el mismo edificio que habita en el sector Monterrico, hacía desayuno, comida y cena para sus dos retoños. El lavado y limpieza del hogar también corría por su cuenta. “A mi niña siempre la bañaba y la peinaba” recuerda el padre con orgullo, esos primeros tiempos que aunque difíciles, le sirven hoy de satisfacción. Ahora es Madelin quien le enseña a él trucos de cocina, y le ayuda en los quehaceres del hogar.
  EDUCACIÓN EN VALORES
“Yo me preocupo por los valores. Porque eso perdura en el tiempo”, dice Adolfo Castillo, en la imagen superior de esta página. A sus pequeños les insiste en la higiene y cultiva la creatividad.
CUSTODIA Y MANUTENCIÓN 
Ni Victoriano Morel ni Adolfo Castillo han necesitado la custodia legal de sus vástagos para sentirse comprometidos con su crianza y manutención.
Tampoco han solicitado pensión alimentaria para ellos.
  SOBRE LAS AUSENCIAS 
El guachi, como le dicen los vecinos a Victoriano, prefiere no sembrar rencores en sus descendientes. “Nunca les hablo mal de ella, porque digo que “madre es madre” y ellos tienen que respetarla”. En una década, la madre de Devinson, Madelin y Kimberly ha procreado otros tres hijos con una pareja posterior. A los primeros, no los ha visto más de tres veces. “Yo le mandara lo del pasaje si lo tuviera, para que ella venga a verlos. Pero si consigo 100 pesos prefiero comprarlo de arroz para que ellos coman”. Con las tías maternas, que viven en Santiago, sí tienen un contacto frecuente.
El diseñador gráfico les envía donde la madre a Alan y Frida los fines de semana, porque no quiere que crezcan sin ese contacto materno. Adolfo intenta por igual sembrarle afectos positivos sobre su progenitora.
Pero le preocupa mucho este tiempo que pasan con ella, por la seguridad de sus hijos. Con los familiares maternos, los infantes no tienen ningún contacto, ya que residen en otro país.
El día a día de los padres presentes 
Al campo, ha pensado volver, si la situación económica no mejora. Así estaría cerca de sus padres y de la pequeña Kimberly. Si antes la batalla era la preparación de biberones de leche, hoy se trata de educar dos adolescentes, con las complicaciones que el mundo actual trae. “El varón es medio rebelde, pero yo lo llevo al paso, aconsejándolo”, asegura Victoriano Morel.
¿Y no se ha vuelto a casar? Le preguntamos. Sentado en el frente del edificio de apartamentos y muy serio, comenta que tuvo una relación con una joven, pero no resultó. “Hasta que no les dé una edad a mis hijos, no me meto en mujeres”, confiesa al referirse que prefiere postergar la vida en pareja mientras su hijo e hijas sean su prioridad.
Otra historia de paternidad
Adolfo Castillo es diseñador gráfico y creativo publicitario, tiene 48 años. En su casa, ubicada en los alrededores de la urbanización Paraiso de Santiago, vive con su hijo Alan, de 13 años y Frida, de 6. Hace 3 años que decidió criarlos aparte, por cuidar la integridad de sus hijos. La madre, de nacionalidad extranjera, “quiere vivir su vida”, según resumió Adolfo la situación. 
Castillo cuenta que la experiencia es “emocionante”. Desde el beso de las buenas noches, hasta arroparlos bien al acostarse. En la sala de su hogar, rodeado por las piezas de colección de una marca de refrescos, sonríe mientras relata las experiencias con la pequeña, quien imita sus labores, “hasta el tender la cama”.
Castillo, quien previamente había criado un hijo de una relación anterior que hoy vive en Estados Unidos con su madre, reconoce que lo más difícil es darle continuidad a las tareas del colegio. En su caso, cuenta con ayuda de una señora en los quehaceres del hogar. Para lo demás está él: llevarlos al colegio, comprar la ropa, llevar a Frida al salón de belleza, imponer reglas.  
“Yo no suelo dejarlos con nadie”, establece Adolfo, quien gusta de cantar en karaokes e imitar voces de artistas. Al momento de la entrevista, los infantes se encontraban con la abuela paterna, una tía y varios primos, por las vacaciones. Y por la ventana de Whatsapp  dejaban mensajes al padre que luego los buscará. 

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