domingo, 24 de agosto de 2025
Tú y yo no somos iguales_
Periodista: Corpus Cristian Rodriguez (IA)
En una época donde la uniformidad parece ser la moneda de cambio en redes sociales, discursos políticos y hasta en los sistemas educativos, es urgente recordar una verdad esencial: tú y yo no somos iguales. Y eso no solo está bien, es profundamente valioso.
La diversidad humana no se limita al color de piel, idioma o lugar de nacimiento. Se extiende a nuestros pensamientos, ideales, formas de amar, de creer, de crear y de luchar. Cada ser humano es un universo en sí mismo, moldeado por experiencias únicas, contextos irrepetibles y decisiones que no pueden ser replicadas.
Pensar diferente no es un error
En sociedades que premian la conformidad, pensar diferente puede parecer una amenaza. Pero la historia nos enseña que los grandes avances nacen del desacuerdo, del cuestionamiento, de la disidencia. Galileo desafió la visión geocéntrica. Mandela rompió con el apartheid. Sor Juana defendió el derecho a pensar en voz alta. Ninguno de ellos fue igual a los demás, y por eso transformaron el mundo.
Aceptar que tú y yo no somos iguales implica reconocer que no todos compartimos las mismas prioridades, ni las mismas heridas, ni los mismos sueños. Y eso no nos hace enemigos, nos hace humanos.
La riqueza de lo distinto
La diversidad de pensamiento es el motor de la innovación, la base de la democracia y el alma de la cultura. En comunidades como Moca, donde la tradición convive con la modernidad, vemos cómo distintas voces construyen una narrativa colectiva más rica y más honesta. Desde el agricultor que defiende prácticas ancestrales hasta el joven que impulsa proyectos digitales, todos aportan desde su diferencia.
No se trata de borrar nuestras desigualdades, sino de aprender a convivir con ellas. De entender que el respeto no exige coincidencia, sino empatía. Coincidir no es requisito para convivir
La verdadera convivencia no nace de la homogeneidad, sino de la capacidad de escuchar sin imponer, de dialogar sin anular, de construir sin aplastar. Tú y yo no somos iguales, y eso no impide que trabajemos juntos, que soñemos juntos, que nos respetemos.
En tiempos donde la polarización amenaza con dividirnos, este recordatorio es más urgente que nunca: la diferencia no es un obstáculo, es una oportunidad.
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