Por el periodista: Corpus Cristian Rodríguez
La soberanía supone ser dueño de si mismo y no subordinado a nadie por imposición
Destacar la solidaridad y el entendimiento mutuo entre haitianos y dominicanos en barrios populares de República Dominicana, han encontrado formas de coexistir respetando sus diferencias culturales. Aunque a veces hay tensiones, muchos dominicanos expresan que la relación es buena y pacífica. Empresarios de todas las áreas de producción nacional han salido al frente, a rogarles a los gobiernos de turnos la regularización de los trabajadores de la construcción y el sector agrícolas, dos sectores abandonados por los trabajadores dominicanos con una ausencia declarada de poco interés en ser parte clave en esos dos renglones de la producción nacional.
Los haitianos antes estás vacantes se involucran sin ninguna impugnación
a los diferentes espacios laborales abandonados por los dominicanos, desde esos
espacios se inicia la adaptación a un nuevo estilo de vida.
Los migrantes haitianos que se ubican en el sector agrícolas
en todas sus facetas, su actividades están cerrada en un círculo estrecho,
generalmente se resguardan en el mismo lugar de trabajo, escuchan su música y
otras actividades, son de los que con cautelas aprovechan las fiestas
matronales o patronales de las comunidades donde residen, es casi imposible la interacción
con los dominicanos en esas actividades, la lengua y la cultura lo separan.
En cambio los trabajadores de la construcción están desparramados
en la periferia de los barrios urbanos, en sus alrededores comparten con puntos,
ventas, consumos y tráficos de drogas, colmadones, negocios de bebidas alcohólicas,
bachatas, merengues, salsa, reguetón y más de la cultura dominicana se entremezclan son asimiladas con facilidad, la cultura
gastronómica la asumen por necesidad pero nunca se pierde el toca tradicional
de la ilustración africana que se caracteriza por tener sabores intensos y una
mezcla vibrante de sabores incompartible con el gusto dominicano.
Es en los barrios marginados donde se encuentran esa masa de
emigrantes haitianos, apostados, vigilando las actividades de los dominicanos
para adaptarse a su estilo de vida, es por eso que vemos en las ciudades
motoconchistas haitianos, vendedores de frutas por doquier, lavadores de autos,
taxistas, mendigos hasta baquea dores de puntos de drogas de nacionalidad
haitiana… Están en el paraíso.
Historias como la de dominicanos ayudando a haitianos en
situaciones difíciles, como accidentes o problemas de vivienda, reflejan un
espíritu de hospitalidad y aceptación en ciertos sectores de la sociedad, esta cercanía
contrasta con medidas decretadas por el gobierno como la de penalizar a quienes
le alquilen locales, pensiones a los migrantes ilegales, la convivencia ha
generado confianza, puntos débiles que los haitianos aprovechan al establecerse
en la nación dominicana.
Muchos plantean que estos aspectos humanitarios de las
comunidades están surtiendo un efecto de reactancia al gobierno y la realidad está
a la vista de todos, la confianza, la amabilidad y solidaridad representa un
peligro al convivir con emigrantes que en cierta oportunidad no han dejado de
manifestar el aborrecimiento y rivalidad a la sociedad dominicana.
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