Con el asesinato a balazos ayer en horas de la mañana del conocido matón Fernando Santos, alias “La Soga”, Santiago sigue siendo una urbe donde los sicarios vinculados a los organismos armados del país encuentran su trágico final.
Con él suman tres connotados gatilleros que pierden la vida en similares circunstancias, después de arrastrar una larga vida de acusaciones de asesinatos, en unos casos con tinte de represión política y en otros mayormente de personas en conflictos con las leyes.
Los tres personeros pertenecientes a organismos policiales o de inteligencia del Estado son el famoso “Cabrerita”, Fernando Santos “La Soga” y uno que ganó fama nacional a finales de los años 60 y principio de los 70, Carlos Everts Fournier.
Los tres amasan un amplio historial de crímenes contra civiles, que finalmente cayeron abatidos, en lo que se entiende que son ajustes de cuentas y posiblemente, para callar sus bocas, por las tantas cosas negativas que sabían de terceros.
Carlos Everts Fournier se hizo famoso hace décadas por sus acciones violentas y represivas, logrando llamar la atención por sus actos en la opinión pública nacional.
Se dijo que sus andanzas criminales venían desde los tiempos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), organizado por Johnny Abbes Garcías para el tirano Rafael Trujillo Molina.
Después de mucho tiempo de salir del escenario público, reapareció en esta ciudad hace algunos años haciendo alarde de sus hazañas criminales, siendo abatido a tiros una mañana en la rotonda de la salida de Santiago hacia Navarrete.
Carlos Everts Fournier fue asesinado el 26 de septiembre del año 2003, luego de que dijera que un ex jefe de la Policía Nacional intentó pagarle una suma de dinero para que matara al entonces senador Darío Gómez, quien finalmente murió acribillado en el año 2001.
Carlos Olivares, quien fuera abogado de Everstz Fournier, dijo que el asesinato de su entonces cliente se trató de un crimen de Estado.
Tiempo después, una noche, fue acribillado a balazos el sargento de la Policía conocido como Cabrerita, llamado Ramón Darío Cabrera, que tenía un prontuario muy parecido a “La Soga” y que en muchas ocasiones llegaron a actuar en conjunto.
Su final fue muy particular: una persona le llamó a su teléfono a su celular alrededor de las 7:45 de la noche del martes 23 de noviembre de 2004, invitándolo a jugar softbol en un estadio ubicado próximo al sector Las Colinas, donde fue asesinado.
El ocho de octubre anterior había sido suspendido de la Policía Nacional y el día 28 fue cancelado.
El auto del sargento recibió 29 impactos de bala. Los sicarios que lo eliminaron le atravesaron un auto para impedir que escapara y le tirotearon desde un carro marca Honda Civic de color azul. Luego ese auto desde el que lo atacaron, fue hallado abandonado en el municipio Tamboril.
“Cabrerita” era señalado por la Policía Nacional por actuar normalmente en complicidad con Fernando de los Santos “La Soga”, con otro señor llamado Antonio García “La Cobra” y un primer teniente que llevaba por nombre José Miguel López “Lopecito”.
Al grupo se señalaba como integrantes de un equipo asesinos dentro de la Policía Nacional que se denominaba como el "Escuadrón de la Muerte".
Ayer le llegó la hora a “La Soga”, quien fue asesinado de varios disparos en la proximidad de su residencia de la comunidad Gurabo, en la parte norte de esta ciudad y al que se le atribuían alrededor de 35 homicidios durante su carrera en las filas policiales.
“La Soga” fue asesinado la mañana del miércoles en la calle Caonabo, del residencial San Francisco de Asis, en Gurabo. Tenía 49 años.
Su caída se produce años después de que la Policía le calificó en varias ocasiones como una persona peligrosa que se encontraba “fuertemente armado”.
En el año 2012, el entonces jefe policial Polanco Gómez reiteró que le garantizaban su vida, pero advertía que si al momento del apresamiento se producía un desafío abierto utilizando armas de fuego o de cualquier otro tipo “nosotros no lo vamos a permitir, vamos a actuar utilizando la fuerza que sea necesaria”.
Dijo que si en realidad se consideraba su amigo debía entregarse a las autoridades nacionales.
En el mes de noviembre de 2011, el entonces coronel Máximo Báez Aybar, director de Comunicaciones de la Policía, admitió que “La Soga” había enviado a la institución “un chaleco antibalas, su arma de reglamento, su placa y su uniforme”.
Mientras se le conocía el proceso judicial, tras su arresto en el año 2017, “La Soga” dijo que estaba en la disposición de “servirle a la patria” por espacio de 10 o 20 años si así el presidente de la República, Danilo Medina, lo consideraba y lo reintegraba a sus labores en la Policía Nacional.
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