El primer día de clase enfocaste tu mirada a mi rostro,
descubriste que podría ser solo tuyo, mi condición corporal no entraría en
competencia, consideraste extraño mi expresión y denudaste sin escudriñar tu intensión
de tenerme.
Algo oculto había en ti que se reflejaba en tu talante, tus
ojos expresaban angustia, exprésate con confusión tus primeras ideas
desorganizadas por lo que entendí que
necesitaba a alguien que escuchara tus desconciertos.
Era pura coincidencias, nos encontramos de nuevo en una tertulia
con objetivos diferentes al primero y te palideciste, me llamaste con tus
miradas e hipnotizaste mi cognición para arrastrarme hacia ti.
Fue ahí que comencé a conocer tu historial degradante que me
condujo a ser consejero de una vida repleta de dolor, angustia y demencia envilecida.
Descubrí a corto plazo que tus prejuicios impedirían que alcanzara
la felicidad y mucho menos tenerme.
Periodista: Cristian Rodriguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario