El informe Mente, Sociedad y Conducta elaborado por
el Banco Mundial menciona que en países adonde la corrupción es una norma
aceptada y no hay castigo ni sanción social para esta conducta, se puede llegar
al extremo de que parte de la sociedad no respete e incluso se burle del
funcionario honesto.
por: Cristian Rodriguez
Me senté a su lado, escuche de sus labios la
palabra integridad y reconoció que fue impúdico alguna vez y que no hay forma
de deprenderse de ese mal oculto. No me molesta vivir ese estilo de vida, muchos
de los que nos representan en instituciones públicas y privadas son nuestros catedráticos
en materia de inmoralidad, muestran constantemente los métodos corruptos que les
facilitan el acaparamiento de riquezas.
Me reiteró sin pudor que en el Estado e
incluso en instituciones privadas, existen miles de formas para vivir como un príncipe,
los congresistas se delatan en pleno
desarrollo de las secciones legislativas, donde se escuchan de manera normal acusaciones de ladrón,
señalando a quienes nos representan por provincias ligados a casos de sobornos y demás actos deshonestos que exaltan esa determinación
que tengo de vivir de los raptores del receptáculo económico de la nación.
Y así continúo mi rumbo, detrás de quienes
viven del juego sucio, de los que aspiran a representarnos en diferentes
instituciones del Estado, observa en los gastos en que incurre un candidato a
diputado por nuestra provincia para lograr esa posición, mínimo 20 millones de pesos, un regidor 4
millones y el senador tiene por obligación conseguir el respaldo del partido si
esta en el gobierno, pactar acuerdos con empresarios y si el candidato a
senador es de la oposición, necesitará también el apoyo de su partido,
requisito: deben ser representantes de la burguesía.
¿Los ideales se han desvanecidos? No, me respondió
con temperamento de responsabilidad: Por naturaleza, esos ideales son diversos
y suelen ser expresados en frases breves o palabras únicas que en sí mismas
tienen connotaciones positivas —como, libertad ciudadana, democracia
representativa, liberación nacional, autonomía personal, derechos humanos,
desarrollo y crecimiento, sociedad justa, y otras similares que se han
convertidos en recursos de retoricas maliciosas para lograr propósitos individuales.
La estreche de la libertad ciudadana es
producto de la ambición de quienes nos representan en el Estado, a quienes
elegimos para que nos representen, demuestran en los escaños que nunca
estuvieron a tono con las ideas expuestas en sus discursos, se dedican a
fortalecer su caudal de riquezas para distribuir migajas a cautos ciudadanos
que ellos los acondicionan a vivir perennemente en la pobreza.
La corrupción podría definirse, en un sentido
social, como una creencia compartida, expandida y tolerada de que el uso de la
función pública es para el beneficio de uno mismo, de la propia familia y de
amigos.
Mediante el estudio de nuestro comportamiento
evolutivo y la resolución de dilemas morales, se observó que, sin importar
cultura, edad, clase social o religión, el hombre es corrupto por naturaleza:
piensa primero en el bien propio y luego considera reglas morales y sociales;
sus castigos y sus percepciones. No realizar actos de corrupción implica una
actitud prosocial frente a una actitud exclusivamente en pos del bien
individual. La ley y la mirada social influyen positivamente en nuestra
conducta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario