Cuento del periodista: Corpus Cristian Rodríguez
A Ramón Antonio Hernández todos los habitantes del Cercado,
perteneciente a la comunidad de Zafarraya Moca lo conocían como ¨Mon-Pipa¨ El
hábito o adicción al tabaco fue un medio para que sus familiares, amigos y
personas que lo conocían le otorgaran el mote de Mon-pipa, pero en realidad su
condición de miseria le permitía solo consumir cigarros rustica hecho con sus
propias manos.
Mon fue un chiflado querido por la comunidad, nunca le
faltaba el dinero para comprar el tabaco necesario para poder elaborar el
cigarro que lo acompañaba en todas las noches de insomnios y es que mucho
jóvenes que crecieron viendo a Mon-pipa agradecían su gesto bondadoso que
exhibía, Julián Cava no se cansa de contar que sus padres lo dejaron un día
solo en la casa sin una migaja de comida, tenía solo seis años de edad y cuando
ya habían pasado catorce horas sin comer su estomago pegaba con la espalda, se
tiraba al suelo revocándose para controlar los gases gástricos producidos por
el hambre durante casi un día, estaba en la parte del caudal del rancho, triste
y abandonado, cuando de pronto vio acercarse al loco Mon-pipa y su reacción
inmediata fue esconderse detrás de una jabilla pero ya Mon lo había visto,
estupefacto con la aproximación del esquizofrénico cubrió su rostro con sus
pequeña manos y sintió el peso de unas las manos de Mon en su espalda y otra de
igual talante bajó una de sus manos que estaba incrustadas en sus rostro y dejo
caer un mango nuevo en la palma de la mano descendida de Julián quien devoró el
mango a poco metros de la retirada de Mon. A partir de ese momento Julián se
dedico a llevarle migajas de comida, dice por doquier que el loco Mon-pipa le
salvo la vida´, a los nueve años comenzó a echar días en los conucos y desde
que terminaba la jornada Julián se detenía debajo de la mata de almendra frente
al colmado de Lizardo a esperar el paso de Mon-pipa para regalarle algunos
centavos que servían para la compra de tabaco. En unos de esos fines de semanas
de espera acostumbradas de parte de Julián para hacer entrega de una sus
dádivas, Mon se arrojo a reír a carcajadas y las personas que estaba alrededor les
siguieron la corriente hasta que les preguntaron cuál era el motivo del
cosquilleo; es el suéter rojo de Julián, esa frase quedo impregnada en el
instintivo de Mon y cada noche de insomnio encendía el cigarro con el canturreo
de la camiseta rojo de Julián y asi pasaba la noche, aplastado en el suelo con
una lámpara sin tuvo cantando la camiseta roja de Julián. Cada mañana Mon-pipa salía
a las calles con la cara tinadas y es que se pasaba la noche completa
intentando mantener encendido su cigarro, con el cigarro en la boca, aplastado
se mantenía cerca de la lámpara, moviendo el cigarro e intentando mantenerlo
encendido y la humedad de la boca impedía que el cigarro volviera a encender,
el fuego y el humo de la lámpara durante toda la noche se mantenía a un pie de
la cara de Mon-pipa, mientras el seguía entonando la máxima ¨la camiseta roja
de Julián¨ esa frase nunca se le olvido al chiflado Mon-pipa.
Josefa, la madre de Mon-pipa desde que el nació siempre durmió
a su lado, desde muy pequeño manifestaba esa condición especial, nunca había declarado
ningún signo de violencia pero doña Josefa amanecía con frecuencias con
moretones en su talante y cuando les preguntaban a Mon-pipa sobre lo que paso
esa noche en la casa, declaraba que el diablo había penetrado a su casa y que
al parecer quiere llevarse a su madre y era que Mon-pipa soñaba estar luchando
con Satanás y quien recibía los golpes era su pobre madre que por largo años sufrió
esta mortificación, cada noche, su primo Ismael escuchaba los ruidos en la habitación
y estaba consciente de que Mon estaba violentando la tranquilidad de doña
Josefa y poniendo en riesgo su vida lanzaba objetos sonoros alrededor de la habitación
de ambos, Mon-pipa se acercaba siempre y miraba por una rendija farfullando
siempre ¨ahí va otro vez el loco Ismael¨ y continuaba con la lucha con el Anticristo.
Mon-pipa, por intuición sabia quienes colaboraban con el y cada mañana recorría
cada unas de las calles del cercado, recorría 10 kilómetros a la redonda, en
ese trayecto lo esperaba Gabriel, que siempre le regalaba el costo de un
cigarro, eran alrededor de 15 centavos el costo del mismo, pero solo le depositaba
en la palma de su mano siete centavo, espera la reacción de Mon, eso no es lo
que cuesta el cigarro ahí faltan chavos y Gabriel colocaba en su mano el resto
a carcajadas. En el colmado de Mon Chia Lizardo siempre lo esperaban los
trabajadores de la granja Gómez y a manera de chanza les ponían en sus manos
grandes sumas de dinero por lo que siempre tomaba la iniciativa de pasárselo al
propietario del colmado para que le informara que cantidad de dinero había en
el paquete, al decirle la cantidad expresaba con asombro que eso es mucho
dinero para él y se echaba a correr, era el final de la ruta que estaba a solo
100 metros de su humilde hogar, encendía su cigarro e iniciaba de nuevo la
cantaleta de la camiseta roja de Julián
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